Tres meses
20 nov 2024
No te vayas. Te pido que no te vayas otra vez y que no me dejes sin aliento que no puedo respirar. Aunque fui yo quien dejó esto por primera vez me retracto, te quiero a mi lado. Sucumbí a la pereza, a no luchar por nosotros, solo porque nos vimos aquí la primera vez. 10 días sin hablar 20 que no estamos ¿Cómo le pido al tiempo que avance hasta marzo? Hoy es noviembre y quedan tres meses. Tres meses que no te puedo ver, no te puedo hablar, no te puedo oler, ni que a mi lado puedas cantar. Tres meses de locura, de pensar a fuego lento, de centrarme en mi misma y aclarar como amarte de nuevo. Nos pedimos tres meses de silencio y no se yo como acabará esto.
Arde
20 nov 2024
Duele. Me quema por dentro lo que acabas de decir, como si tus palabras fueran brasas que se clavan sin piedad en lo más profundo de mi ser. No esperaba escuchar esto ahora, no después de todo lo que hemos pasado. Nos sentamos a hablar, buscando claridad, buscando una respuesta, y me sueltas esto, como si fuera lo más sencillo. Me dices que estuviste con alguien más y ni si quiera fue amor, alguien que ya sabías que me provocaba dudas. Culpa a un par de copas pero sabes que fuiste consciente, no te engañes, no ME engañes otra vez.
En este tiempo, busqué respuestas en otro abrazo, me dejé llevar por alguien más, no para olvidarte, no para lastimarte, sino porque necesitaba entender lo que sentía, lo que quedaba de todo esto. Pero ahora, al escucharlo, al saber lo que hiciste, me doy cuenta de que ese vacío que intentaba llenar era mucho más profundo de lo que imaginaba, porque lo llenaste de mentiras, de secretos que nunca me dijiste.
Me duele. Porque mientras yo intentaba mantenernos firmes, mientras me enfrentaba a tus reproches, a tus críticas, a esa incomodidad por verme con alguien más, tú te callaste. Guardaste lo que para ti no parecía importante, pero para mí, lo es todo. No solo me engañaste, sino que lo hiciste con alguien que sabía que me inquietaba, alguien que se aprovechó de algo que en su momento te advertí, y sin embargo, tú lo esquivaste. Y ahora, no sé qué hacer con todo esto.
Pero a pesar de todo, quiero seguir. Quiero seguir adelante contigo. Quiero que este tiempo que nos dimos, este tiempo separados, sea algo más que un paréntesis, que no se quede en un simple respiro para los dos, sino que realmente nos ayude a sanar. No quiero que lo que hicimos durante este tiempo —lo que hice yo— sea solo una excusa para minimizar lo que tú hiciste. No quiero que lo que tú ocultaste se convierta en algo que yo deba cargar sin más.
Si vamos a seguir, quiero que sea real. Que no queden secretos, que no haya más verdades a medias. Porque lo que más necesito ahora es que te comprometas a reconstruir lo que tú rompiste. Y sé que será difícil, que dolerá, pero lo nuestro merece ese esfuerzo, merece esa oportunidad. Pero también sé que no puedo hacerlo sola.
Duele. Duele pensar en lo que fue, en lo que soñamos, y en cómo lo tiraste, pisoteaste y quemaste. Me consume el saber que todo esto se enreda más con cada palabra que dices. Pero aquí estoy, dispuesta a intentarlo. Si tú también lo estás. Necesito que demuestres que este tiempo que nos damos no es solo un respiro para evitar el dolor, sino una oportunidad para sanarnos de lo que rompimos. Porque si vamos a seguir, tiene que ser con todo: con verdad, con compromiso, con amor sincero...
Las mañanas contigo
23 nov 2024
Me despierto en tu casa por la mañana y ahí estás, despierto, siempre antes que yo. Mientras huelo lo que parecen tortitas vienes y me das un beso a modo de despertador, acompañado de un "venga hay que levantarse ya dormilona" pero tanto tú como yo yo sabemos que eso va a tardar en pasar. Te digo "déjame un rato que tengo sueño" mientras me vuelvo a tapar con la sábana. Pasan diez minutos que para mi han sido tres y decido que es hora de hacerte caso.
Me siento en la cama y los rayos del sol provocan que haga una mueca de disgusto, tú desde el pasillo te ríes como si mi cara fuera un chiste. De repente tu gato salta y se pone en mis rodillas a modo de buenos días, lo acaricio y lo uso como excusa para tumbarme un rato más. Te oigo gritar mi nombre desde la cocina para avisarme de que el desayuno está listo y yo, mientras, me voy estirando mientras miro toda la ropa de ayer tirada por el suelo. Todas las veces que vengo siempre decimos que lo vamos a tener medio ordenado pero nunca pasa. Siempre acaba en el suelo, nos gusta sentir el calor del otro y no me refiero a un simple abrazo.
Consigo quitarme las telarañas de la cara dejando pasar nuestro recuerdo íntimo de ayer y voy al baño como cada mañana. Tú, con la paciencia ya a la altura de los pies, vuelves a exclamar mi nombre avisando de que te vas a comer mi comida si tardo mas de dos minutos en ir al salón y eso para mí, no es una opción. Abro la puerta del servicio y voy escuchando música de fondo que has puesto en la televisión pero no estás en el sofá, te has puesto en el marco de la puerta y por poco se me sube el corazón a la boca del susto que me has dado. Tienes esa mirada que mezcla lo pillo y el amor, esa que me revuelve sin tocarme. Me dices buenos días otra vez mientras me miras a los ojos y antes de que me dé cuenta has puesto tu mano en mi cintura y me has acercado para besarme en los labios.
Ha pasado una hora, el sol ya no molesta y estoy tumbada con la cabeza en tus piernas mientras me estás acariciando el pelo. Tenemos que recoger el desayuno pero nos quedamos un rato más así, se está tan bien.
Miro por la ventana de tu habitación y como dice mi madre, las calles ya están puestas. Empieza el ruido habitual de cada mañana así que las cierro. De fondo te escucho tocar los primeros acordes de una nueva canción y me uno a ti lentamente despertando mi voz....
Me regalaste una orquídea
24 nov 2024
Me regalaste una orquídea, no un ramo de flores que se marchitaría en una semana. Me diste una orquídea no un montón de pétalos de perfume intenso que se disolvería en poco tiempo. En su momento no entendí el gesto sencillo, el regalo que era en ese momento.
La elegiste porque sabías cuánto me gustaban. Porque conocías mi amor por su belleza contenida, por esa forma en que parece sostener un secreto en cada pétalo. Era un regalo pensado, lleno de intención, pero con el tiempo ha crecido en significado, como si en su tallo llevara también nuestra historia.
Esta primavera no floreció. La miré día tras día, esperando esas flores extrañas que tanto me emocionaban. Pero solo encontré hojas quietas, raíces desnudas y un silencio extraño. Se veía un tanto seca, como si hubiera perdido el rumbo, y no pude evitar sentir que hablaba de nosotros. De esos momentos en que también nos sentimos vacíos, en pausa, como si el invierno no quisiera irse.
Y entonces, un día, la vi. Pequeña, tímida, casi invisible al principio: una nueva vara. Como un susurro que anuncia que la vida sigue ahí, esperando su momento. Fue un recordatorio suave y firme de que lo importante no se pierde, solo se toma su tiempo.
Esa orquídea me ha enseñado lo que no supe decir. Que el amor no siempre es un ramo exuberante, vistoso y breve. Que hay amores que son como orquídeas: que necesitan cuidado, silencio, paciencia. Que atraviesan estaciones de sequía, pero esconden siempre la promesa de volver a florecer.
Cuando la miro ahora, pienso en nosotros. En las raíces que hemos cultivado, aun cuando no había flores. En los momentos en que estuvimos quietos, pero nunca muertos. En la esperanza que renace con cada brote, en la belleza que no es inmediata, pero que por eso es más valiosa.
Gracias por regalarme una orquídea. Gracias por regalarme también el mensaje oculto en sus raíces, por enseñarme sin saberlo que el amor verdadero no se marchita: solo descansa, para renacer más fuerte.